Todos y cada uno de nosotros tenemos una historia. Hoy te quiero contar mi evolución financiera, en la que ha ido cambiando mi forma de pensar, sentir y actuar respecto al mundo del dinero. A lo largo de los últimos 10 años he pasado de tener una mentalidad de consumidor a ahorrador, de ahorrador a inversor, y de inversor a emprendedor.
No sé en qué momento de tu vida estarás exactamente, pero probablemente te identifiques en alguna de las cuatro fases por las que he pasado en mi evolución financiera.
El propósito de este artículo es que reflexiones unos minutos sobre cómo va cambiando la vida. La forma de verla, las prioridades y los objetivos cambian o, más bien, evolucionan; en algunos casos, incluso vivimos momentos que provocan un cambio radical, una revolución.
El dinero, tu forma de gestionarlo y tus creencias al respecto, pueden revelar muchas cosas sobre otras áreas de tu vida. Te propongo que lo uses como una herramienta para elevar tu consciencia. A medida que leas mi evolución financiera piensa en la tuya: tanto la pasada como la que quieras para tu futuro. Recuerda que puedes usar la ley de causa y efecto a tu favor.
Desde que comencé mi vida como adulto, una serie de hitos han ido marcando mi evolución financiera. No obstante, es importante dejar claro de dónde vengo… mi tendencia natural. Mis creencias y patrones del dinero que formé en la infancia han sido que «sólo se vive una vez» y que «el dinero está ahí para gastarlo». Por suerte, también aprendí que «si quieres algo y no tienes el dinero para comprarlo, debes ahorrar primero». En resumen, puede decirse que llegué a la edad adulta siendo un consumidor comedido o consciente de lo que podía permitirme y lo que no. ¿Cuáles eran tus creencias sobre dinero en la infancia? ¿Al comenzar tu vida adulta? ¿Y ahora?
1. Con el trabajo creció mi Consumidor
Los últimos años de mi etapa universitaria fueron muy cómodos económicamente para mí. Vivía en casa de mis padres, con gastos pagados, por lo que, con unos 300-400 euros al mes de la época, podía permitirme algunos lujos que antes no: que si salir más, escapadas de fin de semana, tunear el ordenador, juegos online, …
Después llegó mi etapa de becario en la banca y acabó culminando con mi primer contrato como desarrollador informático. Recuerdo perfectamente la cifra: 20.500€ brutos anuales. Todavía seguía viviendo en casa de mis padres, así que mi sueldo a principios del nuevo milenio daba mucho de si.
Nunca fui de los de «tirar la casa por la ventana», pero con veintitantos años, sin cargas económicas ni grandes responsabilidades y con más dinero del que necesitaba mes tras mes en la cuenta corriente… ¿adivinas el resultado? Sí, creció el consumidor y sus ganas de gastar, con el «tú te lo mereces» justificando algunos gastos que, realmente, no me hacían más feliz.
Así que, tenía tendencia a ahorrar y, cuando se me acumulaba un buen pellizco de dinero, pensaba en qué gastármelo: unas buenas vacaciones, cambiar de portátil, comprar un iMac, cambiar de teléfono móvil, etc.
Vivimos en la sociedad del consumo. Llevan condicionándonos desde que éramos niños, por lo que es muy fácil caer en la trampa. Una trampa muy bien montada en la que si caes, cada vez irás transformando más y más deseos en necesidades. Tu consumidor irá creciendo, con total aceptación social y, si no le pones freno, acabarás atrapado en la carrera de la rata. Siempre buscarás más y más en un mundo materialista; dejarás de vivir la vida para pasar a consumirla. ¡Que no acabe consumiéndote a ti!
Pero por suerte, con una relación que apuntaba alto, fueron cambiando mis prioridades…
2. Emancipación: el despertar del Ahorrador
Cuando mi novia (¡y madre de mis hijos hoy por hoy!) y yo planeamos irnos a vivir juntos, empezamos a tener muchos objetivos financieros para poder costearnos esta nueva etapa. Una de las claves para que funcione el ahorro es la intención, ahorrar con propósito; así comenzó a emerger el ahorrador que llevaba dentro.
Fue una etapa genial, llena de ilusiones y de ir montando poco a poco nuestra casa al mismo tiempo que descubríamos facetas, pequeñas manías, fortalezas y debilidades de cada uno. Cosas que sólo ves con la convivencia diaria.
Choque y alineamiento de personalidades financieras
También fue uno de esos momentos en los que se tiene que hablar de dinero sin tapujos. Entonces chocaron nuestras personalidades financieras. No eran superdispares, pero sí lo suficiente como para tener llegar a unos acuerdos operativos respecto a la gestión del dinero en cuanto a gastos del hogar, regalos, viajes, etc. Vamos, para poner en marcha una economía doméstica en la que todos nos sintiésemos partícipes y cómodos con ella.
La emancipación me permitió poner en valor muchas cosas a las que antes no les daba tanta importancia, además de ser una experiencia de crecimiento en la cual encaré la realidad asumiendo nuevas responsabilidades. Pero la responsabilidad va de la mano con la libertad de elección, de poder recorrer tu camino, de cometer errores y aciertos, de hacer lo que quieres y no «lo que toca» .
Dicen que somos la mezcla de las 5 personas con las que más te relacionas. Puede ser más o menos cierto, pero lo que es indiscutible es que nuestro entorno nos afecta en gran medida a nuestra forma de pensar, de sentir y de actuar. Pues al iniciar esta nueva etapa, mi pareja fue una gran influencia que me permitió cuestionar, e incluso dejar atrás, algunas de las creencias sobre el dinero que llevaba en la mochila. Mi ahorrador iba cogiendo más fuerza.
Con unos objetivos comunes, nuestros temperamentos financieros evolucionaron y quedaron bastante alineados, aunque seguían y siguen teniendo sus diferencias. Fuimos redefiniendo nuestro estilo de vida, quedándonos con lo esencial (lo que nos hacía felices) y eliminando muchas cosas superfluas.
De depósito en depósito hasta que…
En esa época vivíamos con algo menos de un sueldo y se empezaron a acumular los ahorros. Como los intereses de las cuentas corrientes eran de risa, empezamos a buscar alternativas seguras… nuestro dinero fue a parar a depósitos y cuentas remuneradas. Recuerdo estar moviendo dinero de un depósito a otro: que si 4 meses en ING al 4%, 12 meses en ActivoBank al 4,5%, que si abrir otra cuenta naranja, la de Openbank, etc. Era un poco rollo, pero los intereses valían la pena y se notaban bastante cuando tenían unos cuantos miles de euros ahorrados.
¿Sabéis qué pasó luego? Se fueron agotando las opciones buenas. Los bancos sólo premiaban el «dinero nuevo». ¿Fidelizar al cliente?, ¡¿para qué?! Recuerdo estar hablando con mi «asesor bancario», explicándole que lo que estaban consiguiendo era que ese «dinero viejo» se les fugase. Pero parecía que les daba igual… En fin, la cosa remató cuando además comenzaron a bajar los tipos de interés al iniciar la nueva década (hablamos del 2010).
Buscando alternativas
Con este panorama, me puse a buscar alternativas (más o menos conservadoras) para rentabilizar nuestros ahorros. Lo que me encontré en la banca tradicional no me convencía nada:
- Planes de pensiones, que me mantendrían mi capital inmovilizado muuuuuchos años. Y las rentabilidades, nada del otro mundo, la verdad. Mantenía el de mi trabajo porque era la empresa quien me hacía las aportaciones, pero ni un euro más.
- Fondos de inversión de gestión activa con unas evoluciones que daban pena. Recuerdo que en una sucursal de ING me había incluso despertado el interés: ¡hablaban de un 7% de rentabilidad! «No está nada mal, un 7% anual», dije yo. «No, no.» Risas como si hubiese dicho una locura. «Es la rentabilidad acumulada desde que se inició el fondo», me aclararon. Aaaah, en 8 años un 7%, en total, y antes de impuestos. ¡Y lo defendían con que si el comportamiento había sido muy bueno para el nivel de riesgo del fondo y las condiciones del mercado! Conclusión: sigue buscando.
- Depósitos estructurados que no acababa de entender. Que si un tipo de interés vinculado al comportamiento de no se qué índice que no conocía y no sé cuantas cosas más. Si no lo entiendes, mejor no te metas.
- Depósitos a plazo con remuneración en especie tipo «el modelo de TV que no quieres por tener 20.000€ durante 24 meses con nosotros». Una forma de ocultar la rentabilidad pésima que se estaba ofreciendo.
¡Con lo fácil que era tener tu dinero al 4-4,5% TAE!, cubierto por el fondo de garantía de depósitos y con un producto totalmente entendible: prestas al banco tu dinero x meses y te lo devuelven con intereses.
Después llegaron decisiones. Decisiones que lo cambiaron todo.
3. Mirando al futuro como Inversor
Llega un punto en una relación en la que hablas del futuro. Puede dar vértigo (¡a mí me lo dio!), pero hay que pasar por ahí y mejor no tardar demasiado si la cosa va en serio, no vaya a ser que descubras muy tarde que tu pareja tiene unos objetivos vitales que en nada se parecen a los tuyos.
Como ya te conté en mi historia, uno de los hitos que más me cambiaron el chip fue cuando interioricé que queríamos ser padres. Un simple hecho que lo cambia todo: prioridades, motivaciones, objetivos y estilo de vida.
Mirar al futuro y verme como padre me impactó. Y lo que quise encauzar cuanto antes fue la tranquilidad financiera para mi familia. Nuestro dinero no podía seguir parado perdiendo poder adquisitivo. Debía encontrar una buena alternativa.
Así que empecé a educarme financieramente a través de webs, blogs, foros y con todo lo que caía en mis manos. Llegaron algunos libros de esos que te inspiran y te hacen cuestionar si eso de lo que hablan es realmente alcanzable: ¿vivir de rentas?, ¿sin lotería ni herencias de por medio?, ¿partiendo de cero?
De Kiyosaki a Buffett
Fue por aquel entonces cuando descubrí a Robert Kiyosaki y sus libros Padre rico, padre pobre y El cuadrante del flujo del dinero. Conceptos como libertad financiera, independencia financiera, o ingresos pasivos fueron detonantes para mi despertar financiero. Había un problema: a nivel mindset (mentalidad) y conceptual bien, pero ¿cómo llevarlo a la práctica? Kiyosaki hablaba sobre de todo de inversiones en «bienes raíces» (inmuebles), lo cual suponía tener mucho más capital del que tenía yo o bien endeudarte, cosa que no me atraía en absoluto pese al concepto de «deuda buena» (esa que pagan otros, por ejemplo la hipoteca de un piso tuyo que tengas en alquiler). Además, supondría meter todos los huevos en la misma cesta.
El otro camino que proponía Kiyosaki en sus libros era el del empresario u hombre de negocios. Creas un negocio rentable, lo sistematizas y después sales de la ecuación. En mi carrera profesional me estaba yendo bien y no era el momento adecuado para mí, así que no opté por esa opción (le dejé en «algún día»). Siguiendo la nomenclatura de sus «cuadrantes» yo estaba en el de Empleado y quería estar también en el de Inversor.
Además de los inmuebles, el otro gran mundo de la inversión era el de los negocios: La Bolsa de valores. ¿Quiénes eran los mejores inversores mundiales? ¿Qué estrategias seguían? Descubrí a Warren Buffett y su maestro Benjamin Graham, a Peter Lynch y a Philip Fisher. Fui conociendo estrategias de inversión en bolsa: value investing, contrarian investing, buy&hold, crecimiento, …
Encontrando mi estrategia
Tras una fase de aprendizaje de muchas horas de investigación y estudio me decanté por la que sería mi estrategia principal: inversión en bolsa a largo plazo B&H buscando rentabilidad por dividendo. ¿Lo del negocio rentable? Pues ya sistematizado y empezando «fuera de la ecuación» como socio capitalista (accionista). Por supuesto, bien diversificado en empresas, sectores, países, monedas y temporalmente; tener en cartera más de 20 empresas para un pequeño inversor es factible, tener 20 pisos… pues no sería un pequeño inversor, ¿no?.
En otra ocasión podré contarte más sobre mis andanzas como inversor en bolsa. Ahora quiero ir más al grano y destacar los pasos que seguí:
- Encontré un tipo de inversión que encajaba con mi personalidad y que teóricamente podía generar los resultados que buscaba.
- Me formé y aprendí todo lo que pude sobre ese tipo de inversión.
- Tracé un plan de gestión de mi patrimonio, donde la inversión era sólo una pieza más. Como kaizener atípico, también estaban muy presentes ahorro, trabajo y protección.
- Consensué con mi pareja el plan.
- Pasé a la acción, siguiendo la planificación y con el oportuno seguimiento.
- Fui persistente, siguiendo (y adaptando el plan) durante más de 7 años.
Poco a poco los resultados se fueron notando, mi patrimonio y sus ingresos de inversión (ingresos pasivos, claro) fueron creciendo y me permitieron dar el salto con red de seguridad a la fase de emprendedor de mi evolución financiera.
4. Buscando el sentido de la vida como Emprendedor
Acabando el 2016 el Banco Popular se convirtió en mi business angel. Con más de 20 fuentes de ingresos que no dependían de mi trabajo, un buen colchón de tranquilidad y prestación por desempleo de hasta 2 años fue como di el salto.
Algunas personas no lo entendieron, lo vieron como una inconsciencia. Juzgar y criticar parece que son deportes nacionales. La mayoría de la gente no creo que tome decisiones importantes a la ligera. No en mi caso, desde luego.
Al margen de cómo finalice este proyecto (Finanzas Kaizen), para mí ya ha valido la pena: he podido dedicar un año vida para formarme haciendo un máster y desarrollar un proyecto con el que puedo ayudar a gente como tú o yo. He podido cambiar mis reglas para trabajar con verdadera conciliación familiar, pasando más tiempo y de mayor calidad con mi mujer y mis hijos. Y, por si todo esto fuera poco, he podido crecer como persona: como amigo, como esposo, como padre y como profesional.
Emprender no se trata de montar negocios. Emprender es tomar el control de tu vida y dirigirla hacia donde tú quieras. Todos tenemos ese gran privilegio y poder; y tus finanzas no deberían ser un lastre, deberían ayudarte a desplegar todo tu potencial. Por eso estoy aquí y por eso existe Finanzas Kaizen.
Resumen
En el artículo de hoy te he contado mi evolución financiera. Cómo he pasado de pensar en consumir a convertirme en un ahorrador, después en inversor y finalmente en emprendedor. Son cuatro roles que todos tenemos presentes en mayor o menor grado. Por desgracia, en España gran parte de la población ha sido condicionada (por su familia, el sistema educativo, su entorno social y los medios de comunicación) con una visión distorsionada de lo que es cada uno:
- Consumidor: es lo que debemos ser en la sociedad en la que vivimos. Poder consumir más que otros es símbolo de éxito.
- Ahorrador: son esos pobres rácanos amargados que no saben vivir la vida. ¡Ya no estamos en la postguerra!
- Inversor: gente con mucho dinero que sabe moverlo. Para cualquier otro es muy arriesgado.
- Emprendedor: esos tipos raros con pájaros en la cabeza que se quieren complicar la vida, para trabajar más que nadie, cobrar sólo cuando pueden y apenas tener vacaciones. ¡Si lo que se necesita es un «buen trabajo», estable y seguro!
¿Qué piensas tú al respecto?, ¿han ido cambiando tus ideas con el paso del tiempo?
¿Cuál ha sido tu evolución financiera hasta hoy? ¿Hacia dónde quieres encaminarte?
Gracias por haber llegado hasta aquí. Si te ha gustado el artículo, compártelo en redes sociales y no dudes en dejar tus comentarios. ¡Soy todo oídos!
Saludos, kaizener!
Fernando
Buenísimos artículos, enganchan de principio a fín.
Javier González
Gracias, Fernando. Encantado de leerte por aquí!!! 😉